Mi calle es un Estado

Qué bonito es encontrarse con la ternura.
Ella, despreocupada, escuchaba música en el vagón mientras custodiaba su maleta. Las alas le permitieron cruzar el océano para entregarse a la lluvia de Madrid. Su semana empezaba en viernes cuando la puerta se abrió.
No dudó ni un instante y en su tez morena se dibujó una sonrisa mientras se incorporaba de su asiento.
- Siéntese, por favor. - le dijo
- No, no quiero molestar - contestaron dos ojos pequeños y tímidos, bajo las pestañas blancas de la experiencia.
- Por favor, insisto, no es ninguna molestia.
- Muchísimas gracias, de verdad. - se iluminó - ¿De dónde es es usted?
- Yo soy de México señor - contestó con los ojos cargados de ternura.
- Ah, ¿sí? Mi calle se llama como un Estado mexicano, pero mi cabeza me juega malas pasadas y no soy capaz de recordar cuál.
- Pues hay 32 señor, así que no será fácil adivinar - contestó la sonrisa perenne.
- ¿Sabes? Yo amo tu tierra. Admiro profundamente a Cantinflas - y la sonrisa de ambos se convirtió en historia.
Es muy probable que nuestro amigo de pelo de nieve y la curva de los años en la espalda duerma junto a su carro de la compra en alguna esquina esta noche. Es probable que el portal, el cajero o la esquina que escoja sean invisibles para tantos y tantos que pasarán frente a él. Pero el calor de sentirse querido, comprendido, acompañado; por unos instantes, por una extraña; lucharán para hacerse fuertes ante las pausas de su memoria.

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