Diario

¿Me echabas de menos? La verdad, suelo venir a verte cuando el negro es testarudo, cuando las nubes son tan densas que no existe rayo de Sol capaz de atravesarlas. Sí, tal vez sea egoísta, pero tampoco es fácil encontrar un paño de lágrimas y - la vida es así - te ha tocado.
Pero hoy no vengo a contarte días raros, relatarte experiencias agridulces o presentarte a personajes con máscara o un punzón. Hoy vengo a despedirme. No es para siempre. Tal vez, incluso, vuelva a verte mañana; pero lo haré desde un mundo en el que Shakespeare marca la pauta para narrar las historias. Yo seré la misma, de eso no cabe duda, pero no puedo decirte que mi vida también lo será. 
Y sí, la incertidumbre asusta un poco, pero aún más las ganas de subir peldaños, de experimentar, de utilizar la distancia como colchón sobre el que pensar y el cambio de hora como prisma para ver la verdadera importancia de cada motita de realidad. 
Echaré de menos muchas cosas y, sobre todo, echaré de menos a muchas personas. También habrá otras a las que tal vez abracé para despedirme y de las que no me acordaré. La perspectiva, qué buena es la perspectiva. Las necesidades y los sentimientos se aclaran cuando realmente se carece de forma de cubrirlos.
¿Ganas? infinitas. Mañana comeré el aire a cientos de kilómetros por hora y, antes o después, sabrás de mí desde una silla distinta, pero a través del mismo teclado. 

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