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A escasas horas de dar la bienvenida a la realidad que me acompañará hasta el próximo seis del nueve procuro recapitular. Lo cierto es que es complicado recordar aquello que escribí hace un año y hacer un álbum mental con las miradas de todos los que me han acompañado se convierte en una misión imposible. Supongo que lo importante de todo este tiempo no son todas las caras que han ido aportando granitos de arena para que el presente sea como es, si no todos aquellos que, un año más, hacen crecer la montaña sin cesar y protagonizan un nuevo capítulo de mi diario.

No me importan las historias que haya conocido el mobiliario con tal de que me abracen al soñar. Prefiero un par de caricias al año que la habitación de la pared azul que sólo invita a dormir. Una semana no es mucho tiempo, las agujas giran vertiginosamente, me doy de bruces con el futuro que tan bien conocía desde el pasado y lo cierto es que creo que el tratamiento va a ser efectivo. Tantas semanas de terapia tenían que merecer la pena.

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