Puntos

Un quesito en medio de una calle invita a mi mente a descansar como lo hicieron aquel día nuestros huesos.
Observo al niño que espera paciente en aquella parada de autobús. Se mantiene erguido en la esquina que un día ocupamos en el momento en que despertaban los/nuestros días, aunque aquel domingo estuviese ya durmiendo. Saborea un helado, uno de ésos con los que pocos minutos antes se deleitó mi paladar, disfrutando, partícula a partícula, de la acidez y del frescor del limón. Ya sabes que no soy muy amiga de los helados de chocolate.
Puedo hacerme una especie de mapa mental en el que localizo cada uno de los puntos que sé que me harán resaborear. Y es que siempre tuve el estómago delicado y hay muchas cosas que repiten, sobre todo si se hacen excesos a los que una no acostumbra. Y pienso... ¿qué puntos te quedarán? La vista es buena guía para los recuerdos, pero... y si la vista no se encuentra con ese banco, esa esquina, ese bar, ese sofá... ¿le quedará algo que te obligue a recordar? 
Puede que algún día envíe una de mis mariposas por correo postal.

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