Quiero un título transparente

La luz tenue a veces ayuda. Sé que a ti te gustaba cuando encendía aquella lamparita con algunas letras chinas y se me iluminaba la cara de ámbar, mientras repetía lo poco que me gustaba la luz blanca de un hospital.
Lo cierto es que siempre me gustó el blanco, aún más lo transparente, y tú me resultas translúcido, o incluso opaco, como la puerta de madera que quiero verte abrir.

Nunca pedí poder traspasar los muros, siempre se me antojó más apetecible soñar con que algún día podría volar; más aún ahora, que he visto tantos lugares, pero sólo a través de la caja tonta, la que cambia los colores del rosa al azul.

También pensé en ser invisible. Para algunos puede que lo haya sido, pero nunca de verdad. Siempre pudieron chocarse conmigo y eso no es invisibilidad. Quiero ser intocable. Y lo soy. Siempre que quiero lo soy o, cuando quieren, parece que puedo llegar a serlo.

¿Y si pudiese leerte la mente? Muchos dicen que eso duele, más que todas las heridas que vi sangrar antes de convertirse en las marcas que reinan mis rodillas. Pero a mí me apetece tanto...

Y si sangro un poquito, ¿qué más da? Cinco litros... Eso es mucho. Creo que podría regalarte unas gotas.

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